miércoles, 31 de octubre de 2012

La muchacha que bebía sangre


La muchacha que bebía sangre es un relato que nos lleva al mundo de la brujería, creencia supuestamente introducida por "el demonio" y a la cual son muy propensas las mujeres. En varios relatos tradicionales mexicanos la bruja suele ser una mujer joven, en mi relato suelo ser yo con apenas seis años de edad. Todos estos datos los encontramos en este relato. ¡Vamos a leer!

La muchacha que bebía sangre
por Diana Palacios

Cierta ocasión, cuando era pequeña, estaba sola en mi casa ya noche; eran como las nueve. Mi mamá trabajaba desde muy temprano hasta muy tarde y no llegaba. Mi papá salió a buscarla no sin antes recomendarme que me durmiera, que no saliera. Lo noté algo preocupado, pensé que era porque la luz en la colonia era muy fluctuante y nos dejaba a ciegas de repente; el viento soplaba exageradamente fuerte, pero a la vez raro, de esas veces que pegas tu cara al gran ventanal de la recámara y te da terror porque el aire era tan espeso que parecía levantarse una inmensa burbuja salida del fondo del mar. Recuerdo que mis vecinos tenían una beba recién nacida, esa noche gritaba más de lo acostumbrado con un llanto que parecía más una queja o un lamento de algún triste gato.

Cuando se fue mi papá comenzó a parpadear la luz. Mi hermano se metió a su cama no sin antes mirarnos el uno al otro; ambos esperábamos con ansias que mis papás llegaran. Tuve que asomarme de nuevo por la ventana para saber si ya venían, pero sólo pude ver unas bolas de fuego que se acercaban, el viento seguía soplando muy fuerte y la luz no encendía. Se oían gritos, aunque la gente dice que era el ruido del viento, yo escuché risotadas; rápidamente me metí entre las sábanas de mi cama y un escalofrío recorrió toda mi espalda. Entonces recordé que mi papá me pidió que no me asomara por la ventana. Era una escena aterradora. No me explico cómo podía haber bolas de fuego en medio de tanto viento y de las cuáles surgían risotadas y gritos ininteligibles. Esas cosas raras circundaban toda la colonia, pues desde mi venta se alcanzaba a ver cómo recorrían las calles.

Mis papás todavía no llegaban, entonces me armé de valor y fui a la casa de mi abuelita; está en el mismo terreno, pero hay que atravesar el jardín, bajar una escalinata recorrer el patio y llegar hasta su puerta. Estaban mis tíos y mis papás contando lo que había sucedido. Todos vimos las bolas de fuego. Mi abuelita pidió a mis papás que me pusieran un suéter al revés, "por si las dudas"; ellos por supuesto que no hicieron caso a esas creencias de pueblo. Fuimos a casa.

Durante toda la noche las bolas de fuego siguieron merodeando las casas donde había niños y recién nacidos; nadie se atrevía a salir a la calle. Siento que todos sabíamos muy en el fondo de nuestro pensamiento lo que eran en realidad, además no era algo normal, nunca en mi vida vi algo así. Descolgué el crucifijo de mi cabecera y lo puse en mi pecho para dormir un poco. Soñé que estaba en mi recámara y venía una figura con vestido blanco, sin rostro, a cuidarme, como si se tratara de mi niñera. Juré que había dormido por horas hasta el amanecer, pero cuando abrí los ojos apenas habían pasado veinte minutos. Ella estaba allí, parada afuera del ventanal que daba hacia mi recámara. Yo estaba pasmada de verla muy linda, fría, blanca, sin pies; jamás vi mujer tan hermosa y tan callada observándome. Una visión distrajo mi mirada y acudí al llamado de una luz intensa: el techo de mi recámara fue el escenario de una cruel batalla, era un ángel y un demonio peleando por no sé qué. Perdí la conciencia y me desperté con el nuevo amanecer.

Desde entonces siempre tuve un sueño recurrete que se repite noche tras noche y se intensifica con las hermosas lunas de octubre. Se trata de un espacio blanco con un columpio al centro adornado con muchas flores, rosas rosas sobre todo; en él está una señora vestida con la túnica verde y dorado igual al de Guadalupe, la virgen mexicana. Ella está de espaldas, al principio no puedo ver su rostro. Conforme me acerco ella se columpia más y más fuerte hasta que se queda totalmente quieta porque siente mi presencia. Me recibe con una sonrisa, comienza a abrir los labios y surgen dientes afilados con un tono cafesáceo particular y un olor fétido. Sus ojos son rojos, inyectados de sangre y derrama lágrimas del mismo tono. Cuando ella me mira y logro ver su rostro me despierto abruptamente y no recuerdo el sueño en todo el día, hasta que llega la hoar de dormir. 


Al día siguiente de que el viento soplara tan fuerte vi a mis papás platicar con la vecina que tenía a su hija recién nacida. La beba desapareció durante la noche. Las noticias funestas no pararon allí, fuimos al velorio de un niño pequeño que murió de asfixia esa misma noche; sola, y más por morbo que por despedirme del vecino, me acerqué al féretro, pude ver sus brazos y su cara con marcas moradas en forma de bolas. Pocas semanas después se casó la hermana del chico fallecido, el novio se la llevó a vivir con sus papás. Los suegros, vecinos y amigos de la familia de toda la vida, comentaron que pasaban los días y ella no comía absolutamente nada, mucho menos sal, comentaban que simplemente no toleraba la sal. La mujer iba diario a visitar a su mamá, y los suegros se preguntaban: —¿Por qué no querrá ella comer aquí? —Pues quién sabe, decía el esposo, es que no quiere comer y así es todo el tiempo—. Un día él la siguió y quedó perplejo al ver que su mujer bebía sangre de unas botellas que le daba su madre. Perdió la razón y ya no supimos más de ellos.




La dama del ventanal venía a casa de día vestida de negro y de noche se ponía su hermoso traje blanco con el cual se le veía la piel más azul que de costumbre. Jamás vi su cara, sólo me daba mucha confianza estar con ella. Siempre estaba vigilante afuera de mi recámara mirando a través del ventanal. Un día, ya de adolescente me perdí camino a la escuela, “ella” me acompañó hasta mi casa. Cuando me preguntó mamá donde estaba le conté que me perdí, me quedé sin dinero, pero que la niñera me trajo. Me preguntó cuál niñera, le dije que la que contrató aquel día que sopló el viento fuertísimo y se veían las bolas de fuego. Ella supuso que inventé todo eso para llamar su atención, últimamente ese era su pretexto para no estar en casa con sus ahora tres hijos. Después de ese día jamás volví a ver a la dama misteriosa afuera de mi habitación.




Sólo ahora, después de tantos años, puedo darme cuenta de algo… No me dan ganas de comer y no tolero la sal por nada de este mundo y tal vez de otros muchos; sólo bebo siempre un líquido de la botella que mi niñera me regaló hace ya muchos ayeres. 


Una luna blanca
se asoma por la escalera.
Es la hora.

Poema a la fiebre uterina


Hoy tengo ganas
de comunicarme con mi cuerpo a través de las palabras,
mientras que con las caricias
descubro cosas que me hacen sentir más viva. 

De incinerarme en el deseo, sin pensar, 
en la ventana sin miramientos:
comerme a un sólo hombre, pero con el pensamiento.

De verlo caminar, 
sentirlo en mi cuerpo.

Sola sé sin saber que me empapo 
nada más pensar poquito en ello;
de caminar mientras siga mi deseo,
una vez que lo he logrado 
aflora la diosa que llevo dentro.

De sentir la lujuria en carne propia 
y comenzar de nuevo.

Hoy seré la diosa que ama la estrella de los silencios
para desatar la violencia de todos los vientos 
con uñas, manos, vientre, muslos, senos,
en una explosión del hermoso cuerpo.

Diana Bruja Palacios


FANTASÍA

Comencé a mover las sábanas y en mi pensamiento estaban tus ojos. Te acomodabas en mi mente mientras rozaba con mis labios tus besos, rápidamente incrementó la lluvia y siento que, simplemente, me posees de nuevo.

CALAVERITA A DIANA PALACIOS


Yace con todo decoro, 
una hemosa literata, 
la de sonrisa tan grata, 
que en decirlo no demoro. 
¡Ay Dianis piernas de oro! 
Todos lloramos tu ausencia, 
y tu intelectual sapiencia, 
emanada de tu ser, 
adiós colosal mujer, 
extrañaré tu presencia.

Eduardo Bustos Valenzuela
 




CALAVERITAS LITERARIAS A LA FAMILIA


CALAVERITA LITERARIA A OJITOS DE CAPULÍN

La calaca ronda por la primaria
niñas y profesoras quiere llevar
encuentra a una niña hermosa
que se acaba de graduar. 
¡Ay, calaca! ¡No te lleves a mi Ojitos
no ves que sin ella me moriría!,
mientras tanto le aventaba trocitos
y ella gritaba
¡Ya te encontraré algún día!




CALAVERITA LITERARIA A REBECA
La Catrina llegó a la escuela
y a Rebeca tomó de la oreja
le dijo "te llevo por ser latosa"
aunque prometas lo que prometas.
¡Ay, flaquita no me lleves!
Te prometo no gritar.
¡Te conozco! Rebe loca,
sé que lo vas a intentar.
La flaquita no le creyó
y a Ojitos se la llevó.





CALAVERITA LITERARIA A UN DJ

En la tumba al son de trance
Ulises en el foro está mezclando
pues de zona multimedia en winzap
sus rolitas va bajando.
En un día común y corriente
la calaca paseaba sonriente,
pasaba por los conciertos
viendo tocar a este duende.
!Ay, flaquita¡ Tú bailaste
con este chico del instituto
y de mi lado te lo llevaste
sin que probara este fruto.


CALAVERAS LITERARIAS IV


CALAVERA A PABLÍN MONTERO


La parca llegó bien guapa,
con vestido dominguero
dispuesta a dar mucha lata
al niño Pablin Montero.
La muerte quiere llorar,
está verde por la muina,
esta vez le falló el plan
y está dando vuelta a la esquina.


CALAVERA A MASTRA DE BAILE

Son las cuatro y veinticinco
advirtió la muerte en el salón
y tan sólo con un brinco
se llevó a Nancy al panteón.
Hoy regaña en todas partes
a los muertos de Simeón,
y siendo profesora de artes,
con la muerte baila un son.


CALAVERA A ÁNGEL NIEVES

La calaca estaba enojada con Angel Nieves
pues esta vez no pudo hacerla reír.
¡No te enojes calaquita
que yo me muero por ti!


CALAVERA A LIZZETTE

Estaba Lizzette sentada
en la puerta del salón
cuando vemos pasar la calaca
comiéndose un chicharrón.
Ella muerta de antojo dijo
regálame un pedacito
pero la calaca tilica y flaca
la jaló por el cortijo.


CALAVERA A RAMSES

La muerte por las cantinas
por mares y carreteras,
anda buscando a Ramses
para hacerlo calavera.





CALAVERA A AGUSTIN
Estaba la calaca tilica y flaca
sentada en una escalera
esperando que los participantes del foro aparecieran.
Muy desilusionada quedó
y se dirigió cabizbaja a su panteón
pues antes tenía que pedir permiso
Agustin que estaba circunciso.


CALAVERA A DAVID

Estaba la parca muy sentada
en el filito de la escalera
esperando a que el profesor David
muy tempranito apareciera.
La parca se fue al panteón,
en eso se le cayó el pantalón.
David gozoso comía ates
muchos dulces y chocolates,
nada le importaba al docente
más que ser gente decente.


CALAVERITA A MARIO PANTOJA

Mario estaba en una esquina
a ver si a la parca descubría,
pero la flaca, que no es nada fina,
a Pantoja le pegó con una bocina.
¡Ah que parca tan condenada!
A Mario le fue de la fregada,
puso de cabeza al pobre
no le quedó más que huir corre que corre.











CALAVERITAS LITERARIAS III



CALAVERITA A TARZÁN DAVE

La gente está muy raquítica
comiendo un poco de tortilla,
perro eso sí en la selva
Tarzán Lopez vive de maravilla.



CALAVERITA A ALEJANDRO

"Chateando" estaba la muerte buscado a quién atrapar
ella se sentía con suerte
cuando Alejandro empezó a contestar...


CALAVERITA A CHERRY KNOX

La parca estuvo presente
en su afán de reclamar,
llevándose una cerecita Knox
que se fue sin replicar.


CALAVERITA A JULIO

Julio, Julio, Julio lo que sabes de español
no te servirá para engañar a la parca,
ni aunque des teatro guiñol.
Tus alumnos gozarán de alegría
cuando venga por ti la parca,
angustiado el profe. repetía
¡por favor! No me lleves en una barca.
Pobre Julio se despidió con un lamento
y aunque intentó hacerse el muerto
vino la Catrina con malos pensamientos
¡Llévatelo flaquita! Aunque se ponga necio.



CALAVERITA A ALBERTO

Soy esa calaverita
que se mezcla entre la gente
mientras Alberto espera en la galerita
me ves venir con pendiente.
No te desesperes
que algún día será
y tal vez ese día
lo quieras dejar pasar.


CALAVERITA A MATSUMARA

¡Ay calaca recanija!
que tan mal me has tratado,
te llevaste a Matsumura
que muy bien se ha portado.
Miguel qué latoso
ya te fuiste a descansar,
ahora mismo achacoso
en domingo te he de llevar.



CALAVERITA A JUAN MANUEL ZÁRATE

Estaba Juan Manuel Zarate
fumándose un cigarillo
llegó la muerte y le dijo:
te acompaño con el humillo
pues yo ya no puedo fumar
y si sigues así
te pasará lo mismo que a mí.