Por Diana "Bruja" Palacios
Con la invasión territorial de los españoles vino el intento de la conquista espiritual. La sujeción política de un pueblo implica, también, el plano religioso. Tanto los pueblos invadidos como quienes lo hicieron por decisión propia tomaron estratégicamente a los nuevos señores con sus políticas sobre tomar sus propiedades, destruirlas y reorganizarlas; sin embargo, respecto de la religión no fue así, pese a que los españoles no alteraron demasiado la estructura social y hasta conservaron la aristocracia oriunda para sus servicios en el terreno de lo místico fue diferente, pues implicaba una incisiva rotura entre el pasado y el presente.
Con la invasión territorial de los españoles vino el intento de la conquista espiritual. La sujeción política de un pueblo implica, también, el plano religioso. Tanto los pueblos invadidos como quienes lo hicieron por decisión propia tomaron estratégicamente a los nuevos señores con sus políticas sobre tomar sus propiedades, destruirlas y reorganizarlas; sin embargo, respecto de la religión no fue así, pese a que los españoles no alteraron demasiado la estructura social y hasta conservaron la aristocracia oriunda para sus servicios en el terreno de lo místico fue diferente, pues implicaba una incisiva rotura entre el pasado y el presente.
Fue el papa Adriano VI quien dio la orden de que las congregaciones eclesiásticas vinieran a América a predicar la doctrina cristiana. Comenzó, entonces, no sólo el adoctrinamiento religioso, sino que procuraron la destrucción de los templos y el desmantelamiento del orden religioso de las culturas mesoamericanas con violencia o con política. Los primeros pasos se destacan por ofrendar nuevas maneras de “quedar bien” con sus divinidades “renovadas”, entonces los españoles construyeron iglesias donde se encontraban los altepetl para rezar a sus santos, hacer sus fiestas, edificar nuevos templos sobre los que habían destruido.
Se dice que los mesoamericanos consideraron la nueva iglesia como análoga a sus creencias antes de la conquista e, incluso, que participaron de manera activa en su decoración y edificación. La realidad es que debieron trabajar de manera gratuita, debían sufragar los gastos por la edificación y el mantenimiento de tales estructuras así como la mano de obra barata para la construcción de los templos y palacios de los nuevos gobernantes. (Olivera, 1963)
Sin embargo, a través del tiempo y en la praxis de distintos caminos hacia el conocimiento, el ser humano ha encontrado una variedad de métodos que le permiten convivir con sus divinidades. Algunos, como en Mesoamérica, desde tiempos inmemoriales han recurrido a los alucinógenos y otras hierbas como modelo de su conocimiento respecto del tema cuyos “poderes” les permitieron experimentar profundamente el conocimiento de sí mismos y de su realidad.
No obstante que las drogas siguieron en poder de las culturas prehispánicas, pues ya en las primeras crónicas de la Nueva España existen referencias sobre los hongos alucinógenos y el peyote, la Santa Inquisición las consideraban diabólicas y prohibió su uso; prejuicios que predominan a la fecha. Motolinía, en el siglo XVI, dice:
"[...] Tenían otra manera de embriaguez que los hacía más crueles, y era con unos hongos o setas pequeñas, que en esta tierra las hay como en Castilla; mas los de esta tierra son de tal calidad, que comidos crudos y por ser amargos, beben tras ellos o comen con ellos un poco de miel de abejas; y de allí a poco rato veían mil visiones, en especial culebras, y como salían fuera de todo sentido, parecíales que las piernas y el cuerpo tenían lleno de gusanos que los comían vivos, y así medio rabiando se salían fuera de casa, deseando que alguno los matase; y con esta bestial embriaguez y trabajo que sentían, acontecía alguna vez ahorcarse, y también eran contra los otros, más crueles. A estos hongos llaman en su lengua teunanacatlth, que quiere decir carne de dios, o del demonio que ellos adoraban; y de la dicha manera con aquel amargo manjar su cruel dios los comulgaba. "(Fray Toribio de Benavente, Historia de los indios de la Nueva España, Tratado primero, Cap. II)
Los clérigos franciscanos que llegaron junto con los invasores españoles explicaron que los mexicas consumían unos hongos cuyos poderes eran “mágicos” y poderosos para participar en rituales, ese hongo es conocido como teonanacatl que significa carne de Dios. Fue hasta siglo XX con V. Pavlovna y R. G. Wasson, estudiosos en etnomicología, que los avances científicos de medicina permitieron el interés del mundo hacia las drogas durante largo tiempo temidas, pues en 1953 emprendieron una expedición donde pudo comprobarse que el culto del hongo sagrado persiste entre los mazatecos, posteriormente este estudio se expandió hacia la región mije, zapoteca y pahua donde profundizaron sobre el tema.
"En 1958, Albert Hoffman obtuvo de los esclerotes de Psilocybe mexicana, dos compuestos químicos de acción psicotrópica que denominó psylocybina y psilocina. Ulteriormente fueron descubiertos estos compuestos en otras variedades de Psilocybes y en la Stropharia cubensis. Estas substancias aisladas son drogas neurodislépticas de naturaleza indólica. La farmacología animal muestra que se trata de substancias de acción estimulante neuro-vegetativa compleja, con importantes efectos sobre el sistema nervioso central. En el humano la psilocybina moviliza la serotonina aumentando considerablemente la excreción urinaria de sus productos de degradación. Las reacciones fisiológicas a la ingestión o a la inyección de 10 mg de psilocybina son: midriasis, congestión facial, modificaciones variables del pulso y de la tensión arterial, hiperreflexia tendinosa, manifestaciones somáticas subjetivas y profundas modificaciones de la actividad eléctrica cerebral. La psilocybina puede provocar una psicosis artificial con alteraciones de la apreciación de la realidad y reducción de la capacidad de juicio. Aproximadamente a los 45 minutos de haber ingerido de 4 a 8 mg de psilocybina, se produce un estado de alucinación caracterizado por el relajamiento corporal y la pesadez de las extremidades, que se alterna con una mayor o menor atención hacia el mundo exterior e interior, desaparecen las inhibiciones y se recuerdan vívidamente hechos aparentemente olvidados." (Velázquez, 2005)
Una característica principal de todas las culturas del mundo prehispánico es su riqueza incomparable con la flora psicoactiva y su relación con los cultos religiosos. Mucho antes de que llegaran los españoles, las culturas mesoamericanas desde el Valle de México hasta el Istmo de Tehuantepec atribuían una naturaleza divina a una serie de hongos alucinógenos, mismos que, años más tarde, hicieran famosa a la sacerdotisa custodia de la sabiduría ancestral de los hongos, María Sabina, cuyos antepasados eran mazatecos quienes dominaban la medicina tradicional, la botánica y las artes de la curación por el bálsamo del canto y del lenguaje.
Esto nos da una idea de la complejidad sobre la creencia común del origen sobrenatural de las enfermedades, pero sabemos que no puede contarse su historia pues nos queda muy poco, sólo podemos contar la visión de las culturas de América Central y las andinas, ya que son las únicas con vestigios de formaciones estructurales centralizadas. Cabe aclarar que las culturas de América del Norte no crearon ningún tipo de Estado en la época precolombina, ni en el Amazonas, el Orinoco y el Paraná, sino que se trata de recolectores y cazadores.
Imágenes: 1. Hongo jaguar; 2. Rueda con hongos; 3. María Sabina; 4. Psilocybe mexicana
Fuentes bibliográficas
Fray Toribio de Benavente, Historia de los indios de la Nueva España. Tratado primero. Capítulo II.
Velázquez Vargas, Christian (2005). Ciencia y cultura Elementos. Teonanacatl, la carne divina. No. 60, Vol. 12, México, página 31.
Lockhart, James (1991). Nahuas and Spaniards: Postconquest Mexican History and Philology.
Olivera, Mercedes (1963). Notas sobre las actividades religiosas en Tlaxiaco, Oaxaca” Anales, vol. 15, INAH, México.
Fray Toribio de Benavente, Historia de los indios de la Nueva España. Tratado primero. Capítulo II.
Velázquez Vargas, Christian (2005). Ciencia y cultura Elementos. Teonanacatl, la carne divina. No. 60, Vol. 12, México, página 31.
Lockhart, James (1991). Nahuas and Spaniards: Postconquest Mexican History and Philology.
Olivera, Mercedes (1963). Notas sobre las actividades religiosas en Tlaxiaco, Oaxaca” Anales, vol. 15, INAH, México.
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