miércoles, 1 de septiembre de 2010

Karma


Esta mañana, Mentor y yo salimos, como siempre, rumbo a nuestros trabajos en el auto que sus padres nos regalaron hace ya tres años con motivo de nuestra boda. Al tiempo que me subía al auto sentí un cuerpo extraño junto a los pedales, ¿una pieza dura?, ¿un pedazo de seda? De golpe recordé que anoche fui a dejar a Ulises a casa y el besito inocente de siempre en las mejillas se nos corrió, sin pensarlo, a su bragueta para probar el delicioso elixir de su sexo, dejamos una mancha en el asiento, en fin...

--Estás distraída--. Me dijo Mentor cuando casi me paso el semáforo.

Después siguió balbuceando algo pero yo ya no lo atendía. Me sudaban las manos y sentí que el pie, desesperadamente, quería transmitir el don del tacto a la piel desnuda que uso al manejar para saber exactamente qué era aquello y sujetarlo sin que él notara nada. Finalmente logré pasar el objeto desde el lado del acelerador, hasta el lado del embrague. Lo empujé hasta la puerta con el ánimo de abrirla de manera sincronizada para aventar eso a la calle. A pesar de las maromas que hice, me fue imposible.

-- ¡Cada vez me convenzo más de que las mujeres no deben manejar! Expresó Mentor.

Yo pensé: ¡Se lo merece! La próxima vez me voy con Ulises el fin de semana por cuestiones de "trabajo".

Decidí entonces distraer a Mentor y tomar aquello con la mano para lanzarlo por la ventana, pero Mentor estaba arrimado en su puerta prácticamente volteando hacía mí.

Al dar la vuelta en la glorieta de Insurgentes me asomé por el retrovisor -- ¿Ya viste a esa mujer con su minifalda? No tiene vergüenza, deberían de prohibir enseñar "tanta carne" en lugares públicos--. Dije para distraerlo. Enseguida Mentor giró la cabeza para visualizar a la mujer de la que yo hablaba, se quedó mirándola estúpidamente.

Creí conveniente acelerar para alejarme de la patrulla, pues si veían que eso salía por la ventanilla del auto podían imaginarse cualquier cosa.

Lancé el objeto extraño al exterior quedando finalmente libre de aquel asombro. Los policías me hacían señales desde su patrulla indicando algo. Yo, los ignoré.

-- Amor, aquí me bajo-- dijo unas calles antes de llegar a su trabajo enseguida de la mujer con la minifalda que vimos anteriormente y que se encontraba caminando por el mismo lugar que daba al trabajo de éste, -- quiero caminar un rato--, me estacioné con toda la tranquilidad de haberme desecho de la evidencia.

-- ¿Has visto mi zapato? ¡Recién los entinté y me los quité para no machar mi pantalón rumbo a la oficina! Estoy seguro de que por aquí debe estar...

3 comentarios:

  1. Jajaja, cómo me rei, está muy divertido. Felicidades.

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  2. Interesante, se mantiene el suspenso hasta el final. Deja un espacio a la imaginación del verdadero final que cada lector se crea en sus respectivas mentes.

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